Conocido como “Pepe el Moro” o “Tío Pepe el Moro”, ha sido, sin duda uno de los jarandillanos más carismáticos y queridos de las décadas centrales del siglo pasado.

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Esta no es una afirmación gratuita. Hay una serie de razones que avalan esa afirmación, y que respaldan, estoy convencido, la práctica totalidad de los que le hemos conocido.

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En primer lugar, por el apodo. Un apodo exótico “de nacimiento”, aceptado por la familia, y por él mismo.

En segundo lugar, por el carácter y su forma de ser, amable, generoso, cariñoso, y paciente, especialmente con los niños. Aguantaba estoicamente las pruebas a las que se veía sometido, como “butacas en cascada”.

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Y, en tercer lugar, porque era el propietario del Cine Clavel, o mejor del Cine del Moro, y eso son palabras mayores para los que lo disfrutamos. Nuestro “Cinema Paradiso”.

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 El “Cine del Moro” era en los años cincuenta, sesenta, y primera mitad de los setenta, del siglo pasado, mucho más que un espacio de entretenimiento, de evasión o de ilusión; era una ventana abierta al mundo, en un momento en el que no había ventanas, o no estaban abiertas.

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Y todo esto amenizado por la canción “La Luna de Miel”, de Gloria Laso.

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“Tío Pepe el Moro” fue en buena medida el artífice de que el Cine del Moro se convirtiera en “El Cine de los Sueños”.

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Sin lugar a dudas, otro jarandillano meritorio.