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Las Flores del Tabaco

de José Manuel Vera

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Exposición fotográfica

Del 14 de agosto al 7 de septiembre de 2020

Casa de la cultura | Calle Maestro Aparicio, 2 | Aldeanueva de la Vera

Abierto de lunes a viernes, de 9h00 a 13h00 y de 16h30 a 20h30

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Esta muestra surge dentro del conjunto de exposiciones itinerantes que habitualmente lleva a cabo la Diputación Provincial de Cáceres, a través del Servicio de la Institución Cultural El Brocense, dirigida a los ayuntamientos de la provincia cacereña.

De las exposiciones itinerantes se puede hablar a partir de la cesión temporal desinteresada de los artistas, aunque alguna de estas exposiciones sea de producción propia del área de Cultura de la Diputación.

En este caso, no sólo hay que agradecer al artista José Manuel Vera Borja su participación desinteresada, sino que también fue Caja Duero quien colaboró en su producción.

"Las Flores del Tabaco" es el nombre que recibe la exposición de este fotógrafo verato, en la que hace un recorrido por el mundo que rodea el cultivo del tabaco en el norte de nuestra provincia. A través de ese recorrido nos muestra aquellos elementos necesarios: el agua, la tierra, el espacio, los utensilios, el cultivo de la flor y de la hoja, y, sobre todo, la gente. 

Son fotografías en blanco y negro, en gran formato, en un total de 50, seleccionadas de una colección mucho más amplia.

 

José Manuel Vera es de Losar de la Vera, vive en Cádiz desde hace muchos años, pero en la exposición queda reflejado que la distancia no ha podido evitar la proximidad, el conocimiento y el sentimiento hacia su tierra natal. Es sociólogo, trabajando como tal en la Diputación de Cádiz y da clases en la Universidad, pero dedica todo el tiempo que su trabajo le permite a la fotografía, otra forma de enfocar la sociología.

Con la Institución Cultural “El Brocense” ha colaborado en otras ocasiones. Por ejemplo con el depósito a esta Institución de la exposición “Mientrasiesta”, también de fotografía, que está en itinerancia por la provincia desde hace tiempo.

Más que una dedicación o una actividad económica, el cultivo del tabaco representa una forma de vida en la comarca cacereña de La Vera, donde dicho producto comenzó a plantarse hacia la segunda década del siglo XX.

Esta exposición del fotógrafo José Manuel Vera, además de mostrarnos el tradicional devenir en el mundo rural extremeño, nos acerca con una mirada reflexiva hasta el día a día de todos esos hombres y mujeres de La Vera que están vinculados al tabaco, hasta la realidad tal cual, dura y severa y del que dependen en la misma medida que los municipios de la comarca donde residen. Son estampas de alguna manera costumbristas que José Manuel congela e inmortaliza.

Una palabra del autor 

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Con estas fotos he querido acercarme a los hombres y mujeres que en el norte de Extremadura cultivan el tabaco. Una gente dura como la tierra, de corazón mineral, modelado en el granito de la sierra de Gredos. Desde la lejanía del tiempo, los veo con los pies hundidos en el limo del surco, la piel cuarteada como la tierra seca y la mirada mansa, en cuyo iris aún asoma el lobo con el que hubieron de enfrentarse en el origen para domeñar esta tierra dolorosamente hermosa.

En sus bancales y valles orientados al sur, cultivan el tabaco. A lo largo de generaciones, han construido una red de canales y acequias para que el agua busque con lengua animal la tierra seca, que primero recorre y luego embebe, hasta que se funden en un abrazo de barro y simientes que empreñan la tierra.

Esa arroyá es hija de un torrente que baja bronco por las hoces de la montaña desde las nieves de la cumbre, rumoroso por las gargantas de la tierra media y cantarín por las acequias del valle. Cuando llega al surco, con su agua trasparente y fresca, corre apresurada por él hasta que el lomo la encharca y sube con la piel cubierta de ramitas y semillas secas. Entonces la azada abre una brecha antes de que el torrente desborde el surco.

 

Así, cuando los soles que anuncian el verano amenazan con agostar los campos de jara y tomillo y oscurecer el terciopelo de los robles, los valles comienzan a cubrir su piel marrón con un tapiz verde, fresco y turgente, que en semanas será una inmensa pradera de tabaco. Cuando en Agosto la flor blanca se derrame sobre la copa, la nieve bajará desde el Almanzor al valle, como lo hacía ante los asombrados ojos de aquella princesa que anhelaba las cumbres nevadas de Damasco cuando los almendros florecían en los jardines de Madinat al Zahra.

Para los hombres y mujeres de esta tierra el tabaco es una forma de vivir, una cultura que heredaron de sus mayores y de cuyo oficio han hecho un arte. Han aprendido a sacarle lo mejor a la tierra, el sol y el agua que les brinda la generosa naturaleza de estos valles. Se han adaptado sabiamente a las cambiantes tecnologías del mercado del tabaco, aunque les haya supuesto realizar grandes esfuerzos y costosas inversiones. Cuando han necesitado ayuda para cultivar sus campos, han acogido a los inmigrantes de África, América y Europa del Este, con la naturalidad de quien sabe lo que es la emigración, por que tienen hermanos y primos desparramados por media Europa. Los recién llegados se han instalado en los pueblos, llenando de color y voces las calles, las aulas y los campos.

Estos hombres y mujeres que cultivan el tabaco, lo hacen con un esfuerzo sin medida, empeñados en que sus hijos puedan elegir su futuro.

Estas fotos quieren ser un homenaje a todos ellos, entre los que están mis mayores, para que las flores del tabaco sigan abriéndose cada verano en esta tierra dura y hermosa. 

 

José Manuel Vera

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