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LAS CONCHITAS

Y LAS MUJERES EN EL COMERCIO DE JARANDILLA DURANTE EL S.XX

Las Conchitas era la tienda, más bien la mercería, que regentaban, en la calle boticay
desde muy jóvenes dos hermanas, Amparo y Conchita Rodriguez Hernández-Cano.
Inicialmente a este establecimiento se le llamó Las Elviras porque Elvira era el nombre
de la madre, aunque ésta nunca llevara la tienda. La idea parece que la tuvo el marido
de la hermana mayor de las Conchitas, de esta forma se aseguraba unos ingresos para
estas mujeres.
Conchita llevaba el peso de la tienda aunque era Amparo la que cargaba, sin ningún
tipo de metáfora, pues a ella la tocaba recoger los bultos que les enviaban los
proveedores a la agencia de transporte de los Porto. Una, por lo tanto, era la cabeza y
la otra la fuerza.
Amparo y Conchita eran solteras, vestían con ropa que ellas mismo confecionaban y
hacían unas labores primorosas.
Aquella tienda que parecía muy pequeña porque la fachada era muy estrecha, tenía un
despacho al público con una mesita camilla al lado del escaparate, allí podías calentarte
al brasero mientras ellas se adentraban por la profunda trastienda flanqueada de
estanterías de madera repletas de cajas de cartón que, perfectamente ordenadas,
etiquetadas y atadas con cintas, se adivinaban llenas de mercancías. Desde el
mostrador las veías adentrarse con parsimonia, mientras encendían unas bombillas
que iluminaban debilmente el estrecho almacén, para volver, con las cajas apiladas una
encima de otra en equilibrio aparentemente inestable, apagando con dificultad las
insuficientes luces de la trastienda.
Entonces, como quien enseña un tesoro, desataban el lazo de la cinta negra a cada una
de las cajas y mostraban su contenido: cintas, botones, pañuelos de todas clases, velos,
hilos, lanas y cien cosas más, en una especie de ceremonia lenta y detallada para que la
clienta pudiera admirar la mercancía y elegir dentro de la gran variedad, lo que más le
conviniera.
Mostraban el género con tranquilidad. Allí la prisa no existía, el tiempo se empleaba
en desatar cada una de una aquellas cajas de cartón, como si fueran cofres de joyas
raras, para que los admirara la clienta. Si ésta no elegía nada volvían a hacer con la
cinta un gran lazo para repetir la operación con otra de las cajas que esperaban a un
lado del mostrador.

Mientras tanto las conversaciones iban de un tema a otro, según el momento y la
clienta de turno.

Las Conchitas fue la tienda de referencia en los años 60, 70 y 80. Anteriormente,
durante los años 40 y 50, la tienda importante regentada solo por mujeres era la de
Felipa y Olalla, dos hermanas a las que su padre, al perder en la guerra a su único hijo
varón y para procurarlas un porvenir, les puso una tienda en la calle Caldoria.
Este establecimiento era grande y amplio y desde la entrada hasta el fondo del mismo,
estaba recorrido por un larguísimo mostrador de madera partido en dos mitades por
una viga de madera vertical, detrás se podía ver la mercancía colocada en numerosas
estanterías de madera.
Felipa, la mayor, era la que viajaba en el coche de línea a Navalmoral para abastecer la
tienda. La mercancía era variada, además de cientos de cosas tenían legumbres en
sacos, zapatillas, cuerdas, telas para la ropa de casa o para cortes de vestidos que
variaban según las medidas de la persona que los solicitaba.
Las dos hermanas eran solteras, vestian de negro con ropas de buen tejido y las
llamaban Las Lobanillas.
Si nos remontamos más en el tiempo, allá por los años 40, en la esquina de la plaza con
la calle Machín había una tienda alargada, regentada también por una mujer, Maria
Garrido, que se conocía como el comercio de los Morales. Tenía entrada por la plaza y
allí se vendían alimentos, telas, zapatillas, herramientas, enseres y todo aquello que
fuera susceptible de venderse.
María se recogía el pelo con un moño y bajo el mandil llevaba una faltriquera llena de
llaves de hierro de las distintas dependencias de su casa y de las dos puertas de la
tienda, la de la plaza y la que comunicaba con la vivienda, que permanecían abiertas al
publico todo el día sin nigún tipo de horario.
La peculiaridad de éstas tres tiendas es que fueron regentadas exclusivamente por
mujeres, en un tiempo y en una sociedad en la que era difícil salir del ámbito
doméstico.

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